Vivir como reina y gastar como plebeya

Mi experiencia viviendo como reina 

A finales de 2016 recibí este texto de Nadia Bustos, una lectora y amiga. Ella es un ejemplo de cómo podemos ordenar nuestras finanzas y se animó a compartirlo con todos ustedes, queridos lectores. Ojalá los inspire.

2015 fue para mi un año de mucho aprendizaje en muchos sentidos pero sobre todo en el de las finanzas personales. Llegó por casualidad a mis manos el libro Vivir como reina y gastar como plebeya, después de leerlo caí en cuenta de muchas creencias limitantes que tenía respecto a mis finanzas. Aquí va mi historia:

A mediados del año estaba llegando a fin de mes literalmente con la cartera vacía. ¿Qué estaba pasando? No le debía nada más que a mi tarjeta de crédito, compras a meses sin intereses, los cuales calculé perfectamente que podría cubrir durante ese año. Entonces ¿por qué no “me alcanzaba” con lo que siempre había cubierto mis gastos? También había recortado uno de mis gastos fijos al prescindir dos días de la persona que viene a casa a ayudarme con los pendientes domésticos. Entonces ¿por qué seguía sin alcanzar a llegar a fin de mes? Después de una lectura al libro de Regina y de leer varios de sus artículos  y contenidos de su blog, caí en cuenta de mis errores.
Si bien había hecho ajustes en algunos gastos fijos para poder cubrir esos aparentemente inofensivos “meses sin intereses” también había omitido recortar esos pequeños gastos hormiga que en mi caso eran los ocasionados por la comodidad de no poner la cafetera en casa y tomar un café en la calle, la rapidez de estacionar con el valet en vez del parquímetro, las chucherías vespertinas con los paseos de las niñas. Envalentonada por los consejos y sobre todo por la información tan acertada que siempre proporciona Regina tome la decisión de prescindir de esos “lujitos”. Primero me autosabotee con una creencia limitante: “Ay pero eso es ser demasiado coda”, pero como ya me había leído el libro y una de las ideas principales que sustraje fue “no es ser coda es estar corta”, me arme de valor suficiente para cumplir mi cometido. Durante un mes no saldría de mi flujo de efectivo ni un peso para esos conceptos. Obviamente implicó un esfuerzo enorme de mi parte, pero cuál fue mi sorpresa que al final del mes quedaban dentro de mi cartera algunos billetes de esos verdes. Eso me provocó a sentarme a echar números y hacer cuentas reales de lo que son mis gastos. Me sorprendí de que si continuaba con esos hábitos tan simples a finales del año ya podría haber liquidado mi desinteresada deuda de mes con mes y para 2016 durante el primer trimestre ya tendría ahorrada una cantidad que pudiera constituir lo que le llamo “colchoncito de emergencia” (mismo fondo que Regina sugiere en su libro y explica perfectamente cómo se conforma aunque ella le llama de otro modo).
En efecto, en diciembre gracias a esos ahorros y al adicional del aguinaldo pude por fin finiquitar mi tarjeta de crédito la cual encerré en la caja fuerte y me juré usarla cuando verdaderamente ocurriera una emergencia. Así pude comenzar 2016 libre de deuda y muy dispuesta a ahorrar ajustando de nueva cuenta mis gastos fijos y aunque siendo menos estricta en esos gastos hormiga, sí cuidando mucho de no excederme de mi tope mensual. No alcancé mi meta planteada para el primer trimestre, sin embargo ya haber ahorrado el equivalente a la cuarta parte de mi deuda de 2015 me sirvió de consuelo y para la emergencia que se vino después.
En mayo mi hija se rompió el pie y ese “colchoncito” me sirvió para cubrir el pago de la tarjeta de crédito que utilicé en el área de urgencias mientras la asegurada reembolsó los gastos médicos. (No queda la menor duda que un seguro de gastos médicos con tres hijas pequeñas es elemental para unas sanas finanzas). Ahí recordé otro error que cometí en 2015 y fue que me olvide (la verdad por desidia) de solicitar el reembolso de una enfermedad que mi hija tuvo en agosto de ese año. Me arrepentí y me prometía nunca más dejar pasar una solicitud de reembolso por mínimo que fuera el monto y por tedioso que pudiera ser un trámite. Así que en 2016 todo el tratamiento para que mi hija se recuperara de su extremidad lo cubrió el seguro. De no contar con ese seguro ese colchón habría desaparecido y estaría nuevamente endeudada.
Así llegue a junio que fue el mes en el que el colchón realmente se desinfló. Nos mudamos a otra ciudad y salieron por debajo de las piedras gastos que no había presupuestado en la mudanza: se rompió un vidrio de la puerta de la cocina y como no tengo seguro de hogar tuve que absorberlo completamente, realicé tres viajes de más no planeados que implicaron utilizar ese fondo de reserva, pero por suerte no me implicaron ningún tipo de endeudamiento.
Considero que realmente la lectura de Vivir como reina me ayudó muchísimo a cambiar ese chip dentro de mi sistema de creencias para esforzarme un poco más a cuidar mi dinero. No he vuelto a hacer compras a meses sin intereses, totaleo mi tarjeta de crédito mes con mes y no excedo de un monto para su uso, entre otros hábitos financieros que he ido poniendo en práctica como comparar precios de medicamentos en al menos dos farmacias, por ejemplo.
También me ayudó a quedarme tranquila al saber que mi fondo de pensión es uno de los que se encuentran mejor ranqueados por la CONSAR, y a dejar de sentir culpa por no haber comprado un departamento en el 2007 con una hipoteca que de haberla contratado al día de hoy me estaría ahorcando pues los pagos eran superiores al 30% de mis ingresos mensuales, también descubrí que no soy la única que toma nota de sus ingresos y egresos (manía que tengo desde pequeña debo confesar). Incluso tomé algunas ideas de lo que podría hacer en caso de que quisiera emprender algún negocio.
Estás son algunas de las experiencias positivas que me dejó Vivir como reina.

Nadia Bustos

Gracias Nadia por compartir esto con nosotros. 

Compartan sus experiencias de lectura con sus fotografías y las publicaremos en el sitio. 

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